Sion: Tierra de Visión

¡Qué no importemos la diáspora!
Por Ariella Casey

Durante casi 2000 años el pueblo de Dios estuvo esparcido por todas las naciones. Podemos culpar a Roma como la causa principal de esto y de gran parte de la persecución posterior que se produjo, pero ¿por qué aparentemente YHVH se alejó de nosotros? Y aunque esta dispersión fue profetizada y dada como advertencia (Levítico 24:14-33), la trágica historia continúa entristeciendo los corazones de quienes intentan regresar al camino de los justos. Pero ¿cómo sabremos el camino de regreso? ¿Y dónde está este camino de todos modos? ¿Qué fue lo que condujo originalmente a esta trágica historia? ¿Será que Dios de alguna manera se olvidó de nosotros? ¿Elegimos dejar de seguir la luz? Al leer la Biblia parece que ‘cambiamos de caballo en medio del arroyo’, pero ¿cómo y cuándo? ¿Y cómo volvemos a donde necesitamos estar? ¿Cuándo reemplazaron los rabinos a los profetas? 

Durante más de 2000 años no hemos tenido un profeta genuino. Algunos pueden argumentar, pero cuando aplicamos el estándar bíblico para los profetas (Deuteronomio 18:22), vemos que ninguno de los que han sido considerados como poseedores del don de profecía en realidad califica. Yo le diría a cualquiera que piense lo contrario, que me muestre la evidencia de que no agregaron ni restaron a la Torá original. Dejando a un lado los milagros y las profecías cumplidas, si cambian aún un solo principio de la Torá, no califican. 

Pero a pesar del horrible sufrimiento pasado, hoy hay esperanza. Pero esta esperanza solo está disponible en la tierra de Israel. ¿Cómo es eso? Eche un vistazo a lo que Isaías, uno de los últimos profetas, dice sobre la esperanza y la restauración en la tierra:

“El desierto y la tierra árida se alegrarán; y el desierto se alegrará, y florecerá como el tulipán. Florecerá abundantemente, y se regocijará con alegría y canto: le será dada la gloria del Líbano, la excelencia del Carmelo y el Sarón, verán la gloria de YHVH y la excelencia de nuestro Dios. 

Fortalece las manos débiles y fortalece las rodillas débiles. Di a los de corazón temeroso: Esforzaos, no temáis: he aquí, vuestro Dios vendrá con venganza, con recompensa divina; él vendrá y os salvará.

Entonces se abrirán los ojos de los ciegos y se abrirán los oídos de los sordos.

Entonces el cojo saltará como un ciervo, y la lengua del mudo cantará; porque en el desierto brotarán aguas, y arroyos en la soledad.

Y la tierra seca se convertirá en estanque, y la tierra sedienta en manantiales de agua; la habitación de los chacales se convertirá en pasto para ganado, en recinto de juncos y juncos.

Y habrá allí calzada y camino, y será llamado Camino Santísimo; el inmundo no pasará por él; y él será para ellos un guía, y los necios no se equivocarán en ello.

No habrá allí león, ni bestia rapaz subirá sobre ella, no se hallarán allí; pero los redimidos caminarán allí; y los redimidos de YHVH volverán, y vendrán a Sión con cánticos y gozo eterno sobre sus cabezas: tendrán gozo y alegría, y la tristeza y el gemido huirán.” (Isaías 35:1- 10 Biblia Koren)

¿Hay entonces alguna esperanza? Si hay en Sion. ¿Puede haber esperanza en algún otro lugar? ¿Quién regresará a la Tierra Santa? Los que son rescatados por el Todopoderoso YHVH que se acuerda de su alianza con Israel y el pueblo judío. ¿Puede haber cumplimiento de esta promesa fuera de la tierra? Solo hay un lugar seguro para los judíos. 

Así en la tierra de Israel se abrirán los ojos de los ciegos, según Isaías 35:5. ¿Los ojos de los ciegos? ¿Somos todos ciegos? La mayoría de nosotros no estamos físicamente ciegos, pero casi todos hemos estado en condición de la ceguera  espiritual. Hemos pensado que Dios nos ha dejado, o que no estamos siguiendo la Halajá (las reglas inventadas por los sabios) correctamente y que una vez que lo hagamos bien, tendremos una conexión con lo divino. Pocos sabemos que lo que hemos seguido entre las naciones no es requerido para vivir en la tierra de Israel. Gran parte de lo que siguieron los judíos en otros países fue inventado por los rabinos para proteger a sus feligreses de la asimilación. Pero al crear nuevas leyes, a menudo cambiaron las leyes mucho más allá de lo especificado en la Torá. Y eso, que ahora no es necesario para los que vienen a Israel, debe ser dejado a un lado mientras aprendemos de la Mano de Aquel que sigue presente para instruirnos. Es posible que necesitemos que nos despojen de todas nuestras ideas antes de poder ver por primera vez. Las vendas de nuestra vista espiritual sobre el estilo de vida deben ser quitadas antes de que podamos ver. 

Pero ¿qué pasa con aquellos que aún no han venido a Israel? ¿Qué pasa con las diez tribus que todavía flotan entre las naciones? Esto no es para condenar a los que aún no han venido. El proceso de canje está en curso. Pero, un día, todos los que son de Israel tendrán que venir si quieren ver de verdad. 

Pero debo decirles que Israel no es un lugar de consuelo. Es un lugar de prueba, un lugar para romper las cadenas, o despojarnos de ellas, de aprender a depender de la Mano que nos trajo hasta aquí. ¿Tenemos siquiera un poquito de confianza en el Eterno? 

Los israelíes que nacieron en esa tierra probablemente eran descendientes de quienes lucharon por establecer un hogar para el pueblo judío. Muchas de estas personas no cumplen estricta obediencia a las reglas de los rabinos. Pero son personas reales. Aman la tierra. Hacen todo lo posible para ayudarte cuando estás deprimido. Y son impulsivos e imprudentes mucho del tiempo. Y es posible que no toleren las tonterías diásporas. Hacen cosas no ordinarias como tomar prestado su lugar de estacionamiento y se detendrán y hablarán con un amigo en medio de la carretera cuando otros estén impacientes por pasar. Y piten o encienden las luces si simplemente vas al límite de velocidad para que ellos pueden rebasar. Pero todo es corazón, y eso es algo que muchos de nosotros hemos perdido mientras vivíamos en el extranjero. ¿Cómo se desarrolló esta cultura? Fue al luchar por el derecho de existir. Lucharse por la tierra que les fue entregada por Dios a nuestros antepasados. Muchos dieron su sangre por esta tierra y no están dispuestos a renunciar ni un centímetro de aquello para lo cual sus compatriotas dieron su sangre. 

La tierra de Israel es pura luz. ¿Cómo es eso? Es casi como si nada de lo que hacemos aquí estuviera oculto, ni de Dios ni de nadie. Todo queda bajo el escrutinio divino y la conciencia se aviva cuando se nos revelan nuestras faltas. Es el lugar de aprender a caminar, aprender a ver, aprender a oír. Una vez aquí, por un tiempo, no hay vuelta atrás. 

Pero Israel no es para todos, muchos han venido y no pueden acomodarse. Muchos han tratado de vivir una halajá estricta mientras vivían en la tierra y se han ido. Otros quieren las comodidades del estilo de vida de su diáspora, grandes juegos y espectáculos y hermosas casas y patios traseros. Pronto regresan a sus comunidades para restablecerse en el confort al que estaban acostumbrados. Y con razón, Israel no se trata de eso. Se trata de aprender, crecer y ser el pueblo de Dios. Y todos venimos con el deseo de lo viejo y familiar, los comestibles que acostumbramos en Egipto, simbólicamente. Pero cuando aprendemos que las vegetales y frutas son mucho más grandes, más dulces y las granadas y pomelos menos amargos, nos damos cuenta del sabor de la tierra de leche y miel. 

Algunos, para sentirse en casa, han desarrollado comunidades en las ciudades más “santas” del país. Estos lugares están llenos de judíos de la diáspora. Han recreado comunidades para los que observan las reglas religiosas más estrictas, siguiendo lo que consideran la voluntad de Dios. Pero muchos de nosotros nos mantenemos alejados de estas ciudades. De alguna manera no encajamos. 

Si tengo algo que destacar en esta publicación es el énfasis de que Sion no es un país cualquiera. Es una tierra mágica que abraza a sus hijos, pero vomita a los que no pertenecen aquí. A mí, me parece que la guerra del 7 de octubre fue una respuesta de la oscuridad para bloquear el llamado a los judíos a regresar a su legítima tierra. Muchos han llegado a Israel durante este tiempo. El miedo a la guerra no los ahuyentó. Esta fue una de nuestras muchas pruebas. La gente vino de todos modos. ¡Yo digo “Kol HaKavod” (bien hecho)! Muchos perciben el peligro que les espera y la urgencia de venir antes de que las naciones vendrían contra ellos. 

¡De hecho, es hora de volver a casa, hermanos míos! La tierra nos espera como una madre con los brazos abiertos.

¿Vendrán?

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